domingo, 11 de julio de 2010

Más vale un colorado que cien descoloridos...

EL ZAHIR

Apareció un perro salvaje que era azul y gris
cuyo destino era impuesto por el cielo.
Su mujer era una corza


Así empieza otra historia de amor. El perro salvaje con su valor, su fuerza, la corza con su dulzura, su intuición y su elegancia. El cazador y la presa se encuentran, y se aman. Conforme a las leyes de la naturaleza, uno debería destruir al otro, pero en el amor no hay bien ni mal, no hay construcción ni destrucción, hay movimientos. Y el amor cambia las leyes de la naturaleza.

En las estepas de donde vengo, el perro salvaje es un animal femenino. Sensible, capaz de cazar porque ha desarrollado su instinto, pero al mismo tiempo, tímido. No usa la fuerza bruta, usa la estrategia. Valiente y cauteloso, rápido. En un segundo cambia de un estado de relajación total a la tensión de saltar sobre su objetivo.

La corza tiene los atributos masculinos: velocidad, conocimiento de la tierra. Ambos viajan en sus mundos simbólicos, dos imposibilidades que se encuentran, y superando sus naturalezas y sus barreras hacen que el mundo también sea posible.

Así es el mito mongol: de las naturalezas diferentes, nace el amor. En la contradicción, el amor gana fuerza. En la confrontación y en la transformación, el amor se preserva.









Vivimos en un mundo maravilloso, impresionante, sorprendente y sobre todo apasionante como para dejarnos llevar por vanalidades y como para desperdiciar todas esas pasiones que pasan delante de nosotros. Hoy me apasiona el mundo, y las personas en él... todo es tan cautivador, que sigo en busca de todo lo que pueda llenar el vacio que no tengo que llenar con nada...

Desesperadamente hoy sigo siendo yo...

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